Lectores

17 dic 2009

Reedición de mi libro El ciempiés


El año pasado se publicó mi libro El ciempiés fuma arcoíris en pipa y otras verdades por la Editora Universitaria de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. A principios del año 2010 saldrá reeditado por Editorial Santuario, la misma editorial de La hija del rey, así que estoy muy contenta. Como este libro lo escribí hace mucho y lo he presentado en varias ocasiones recuerdo las preguntas que me hacen siempre, así que las contesto aquí.

¿Género?

Son trece cuentos.

¿A qué edad lo escribiste?

Cuando tenía 18 años. Ganó el premio nacional Regino Eladio Boti (Cuba) en el género de literatura infanto-juvenil en el año 1999 y gracias a eso se publicó. No lo podía creer cuando vi mis historias en un libro de verdad. Fue una edición muy humilde, en blanco y negro y solo se imprimieron 500 ejemplares, pero estaba hecha con mucho amor y fue ver un sueño que tenía desde niña: convertirme en una escritora. Hasta ese momento había hecho libros con mis cuentos utilizando carpetas y dibujos hechos por mí, así que estaba en las nubes.

Edad recomendada:

A partir de 7 años. Este libro está más orientado al público infantil que al juvenil.

¿Quién hizo los dibujos?

Bueno, los dibujos de la versión cubana los hizo un chico llamado Alexander, los dibujos de la versión dominicana los hizo mi amiga Ñuska Gertrudis Vargas, que es ilustradora. A manera de curiosidad les comento que Ñuska ilustró mis historias sin conocerme personalmente, solo a través de mail y a partir de ahí nació nuestra gran amistad que se mantiene hasta hoy. En esta reedición se mantienen sus dibujos.

¿Por qué escogiste ese título?

Uno de mis escritores favoritos es Alejo Carpentier. Me gusta mucho una novela de él que se llama La consagración de la primavera. Hay una escena en la que regresa un personaje que estaba fuera del país durante mucho tiempo. Al llegar a su barrio natal se encuentra con un vendedor de boletos de la lotería que decía los números y formaba con cada significado del número una oración así el número 33036 significa el ciempiés fuma arcoíris en pipa. Me pareció muy cómica y escribí un cuento para esa frase. Más tarde decidí escogerlo como título del libro. Pues, así es…nació de un billete de lotería.

¿Tú juegas a la lotería?

No. Nunca he jugado a la lotería. No creo en esas cosas. Aunque nunca se sabe. Tal vez algún día…

¿Por qué trece cuentos? ¿No es número de mala suerte?

Ni siquiera me di cuenta de que eran trece hasta que alguien me lo preguntó.

¿En qué te inspiraste?

En las cosas que me contaba mi abuelita. En mi infancia, en el olor a los dulces que mi abuelita me cocinaba, por eso se mencionan tanto los flanes y los turrones y los pasteles, en los cacharros de su cocina y en los cuentos que leía en la escuela.

PD: Sobre La hija del rey, tengo una noticia estupenda que decir. Pero por ahora es un secreto, en cuanto sea público lo escribiré aquí. (Solo puedo adelantar que es algo muy bueno)

Besitos


 


 


 

9 dic 2009

La hija del rey en La Romana





El fin de semana me fui hasta La Romana donde me invitaron a presentar mi libro La hija del rey. Como es una provincia que nunca había visitado adopté mi mejor pose de turista y cámara en mano me decidí a aprovechar bien el día. Después de unas dos horas en guagua desde la capital me encontré en dicha provincia. Al llegar al parque central lo primero que ví fue un par de toros de metal que descansaban muy despreocupados entre los transeúntes y algunos toros paseaban felices, (se entiende que era domingo).

Después tomé otra guagua hasta San Jóse de Yuma que queda a una hora más o menos. Me quedé mirando el cielo tan lindo, las nubes como motas de algodón y la sensación de amplitud que se siente, tan distinta a la opresión que se siente en la ciudad.




 

Luego de que se presentara La hija del rey yo presenté La mariposita Evangelina y el lagarto glotón. Se trata de una novela sobre la primera médico dominicana. La novela trasncurre en un bosque en el cual vive Evangelina (presentada como una mariposita) quein es acosada por el lagarto glotón que no quiere que ella le enseñe y cure a los demás animales. Es mucho más que una biografia, es un acercamiento poético a la vida de una mujer que luchó en un tiempo dominado solo por los hombres.
Luego, se reconoció la labor de varias personas de la comunidad que ayudaron para que esta feria del libro pudiera realizarse. Después los jóvenes mostraron las ropas que se usaban en la época del 50 y del 60. Superdivertido!! Me reí un montón. Me encantó la participación de los jóvenes por su creatividad.



En resumen, me la pasé muy bien. Agradezco la invitación...Volveré. 















5 dic 2009

Lee gratis el primer capítulo de La hija del rey






Prólogo

Hélia

La señal de alerta rompió el silencio de la noche. Hélia despertó sobresaltada y escuchó las pisadas de los guardias que corrían por el pasillo. Se acercó a una ventana. La llanura parecía desierta, pero la joven esperaba a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad. Entonces los vio avanzar. Un ejército se acercaba al castillo.
Hélia se vistió con dedos temblorosos. Se abrió la puerta y entró una chica cargando a un bebé. Un segundo después entró el rey Gedius.
—Nos atacan—anunció.
Hélia vio la ira y la impotencia en los ojos de su esposo. Quiso abrazarlo, pero la puerta se abrió otra vez y asomó la cabeza Urce, el jefe de los Defensores del Castillo.
—Mi señor…—lo llamó.
—No te muevas de aquí pase lo que pase—se despidió el rey de Hélia.
—No voy a quedarme aquí mientras los demás…—empezó ella.
—Hélia, te ordeno que te quedes aquí—repitió Gedius, con voz más firme —los
venceremos y entonces podrás ayudar con los heridos.
«Son demasiado crueles para que podamos vencerlos», pensó Hélia, pero no lo dijo.
—Me quedaré con Kira—accedió.
El rey salió. Hélia miró a Kira. La muchacha seguía aferrada al bebé, muerta de miedo.
—No te asustes, los venceremos—le dijo. Se llevó la mano al pecho allí donde solía
estar el Pendiente. Sabía que los goblins asaltaban el castillo como animales feroces
para intentar apoderarse de la joya y se sintió aliviada: la había escondido en un lugar seguro. Caminó hacia la pared hasta tocar con sus dedos un tapiz que ocultaba una puerta secreta. El pasadizo llegaba hasta el salón donde estaba la Puerta. Padre le había enseñado a acumular suficiente energía, por eso la puerta estaba abierta desde el día anterior. Tenía que entregarle el bebé a su protector antes de que los enemigos los rodearan. El ejército que estaba frente al castillo se agitó y un grito de guerra retumbó en la noche.


I


El último día de la inocencia


Meyim bajó al comedor. Aunque eran más de las cinco todavía llevaba su pijama.
Tenía ojeras. Se sentía cansada porque cada día las pesadillas eran más frecuentes y
extensas. Habían comenzado meses atrás y en más de una ocasión su hermano Sier
había entrado a su habitación y la había sacudido para que despertara y dejara de gritar.
A veces los sueños eran terribles; veía extraños bosques de los que no conseguía salir por más que caminara, o se encontraba con criaturas atroces que la miraban a una prudente distancia y varias veces distinguía un óvalo azul en medio de la oscuridad. Sin saber por qué, le temía a ese disco azul y al mismo tiempo le fascinaba. Otras veces, los sueños eran plácidos; una habitación en la que el viento hacía ondear las blancas cortinas, el cabello rojo de una mujer cayendo dulcemente sobre su rostro o la voz de un hombre que veía siempre de espaldas, con una larga capa. La última pesadilla era un incendio; troncos que caían envueltos en llamas, gritos, un humo denso y asfixiante…
Intentó olvidar aunque sabía que no lo conseguiría. Abrió el refrigerador. Agarró un
plato con un trozo de flan. Se quedó mirando el dulce mientras sentía que el miedo le
atenazaba la garganta. Estaba sintiendo aquel olor. Sus pesadillas siempre empezaban
por ese olor desconocido, que alguna vez, había olido, pero que no podía recordar dónde ni cuándo. Sin embargo la aterradora noche aún no había comenzado. ¿Acaso las
pesadillas se atreverían a entrar en el reino de la luz?
-No-gimió e intentó llamar a Sier, pero se le nubló la vista.
Apretó el borde de la meseta de la cocina. En su frente aparecieron gotas de sudor. La habitación se sumergió en la oscuridad.
Vio un castillo incendiado. En los alrededores se desarrollaba una batalla entre criaturas esbeltas y toscas bestias. Las bestias derribaron el portón a hachazos y entraron. El ruido era ensordecedor: los habitantes del castillo y las bestias gritaban y las armas chocaban.
El que parecía el jefe de los asaltantes les indicó con señas a dos criaturas de largos colmillos que escalaran por la pared posterior de la única torre. Luego, subió hacia el segundo piso. Su mirada era fría y llevaba una enorme espada de la que goteaba sangre.
Parecía que buscaba algo; olfateándolo todo con su nariz desprovista de piel. Dos
guardias se interpusieron en su camino e intentaron evitar que subiera pero la criatura hirió a uno, y mató al otro. Al fin, llegó a la parte superior de la torre. Allí, detrás de una hoguera azul, se escondían varias mujeres y niños que gritaron, llenos de miedo.
El goblins sonrió y avanzó hacia el grupo esgrimiendo su arma. Pero una mujer se
interpuso en su camino. Su cabello rojo ondeaba al viento. Se protegía el pecho con una cota de plata que las llamas hacían relucir. Su arma era delgada como una aguja pero su mano no temblaba y sus ojos parecían de acero. La criatura titubeó. En ese momento, sus dos secuaces de largos colmillos asomaron la cabeza por el borde del muro posterior. Nadie más los vio. El jefe atacó. La mujer con un grito de rabia, levantó su espada.
— ¡Meyim! —la voz de Sier la devolvió a la realidad.
La cocina volvió a aparecer. Las losetas blancas, el plato con el dulce…
— ¿Te sientes bien?
—Si… yo…—ella miró sus manos, empapadas de sudor.
— ¿Qué pasó?
—Está empeorando.
-Mañana iremos a ver al médico, Meyim-le dijo Sier, asiéndola de un brazo. No puedes
continuar así.
-Está bien, está bien-accedió ella.
Agarró el plato y se sentó a la mesa. Desde donde estaba podía ver la puerta de la
biblioteca. Le gustaría cerrar los ojos y al abrirlos ver a César ilustrando, dándole vida a muchos personajes que pululaban en los libros. Pero, él había muerto meses atrás. Era el padre de Sier. Y como un padre para ella.
Un día salió al pantano a cazar patos. Allí alguien acechaba, esperando a una víctima.
Al parecer el ladrón intentó quitarle la cartera, hubo una pelea y César terminó con una herida mortal. Al menos esa era la versión oficial, aunque nunca encontraron al asesino y el padre de Sier llevaba un reloj de valor, que no le habían robado. Sier afirmaba que a su padre no le habían intentado robar, que alguien había planeado su asesinato. Meyim no hablaba de ese tema: le dolía demasiado.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que no escuchó el timbre del teléfono. Cuando
sonó por tercera vez se acercó al mueble y levantó el auricular.
— ¿Si?
Escuchó la voz de una mujer.
— ¿Es Meyim?
—Sí. ¿Quién habla?
Del otro lado colgaron.
Miró por la ventana. Caía la noche.
Unas horas después se metió en la cama. La noche estaba silenciosa y la luz de la luna llena se filtraba por la ventana. Pronto se durmió. Despertó por la madrugada. Tenía la sensación de ser observada. Abrió los ojos. Al pie de su cama, estaba sentada una persona vestida de negro y con un capuchón que le cubría el rostro. Meyim se levantó sobresaltada.