Lectores

20 nov 2010

Serie Labios persuasivos Capítulo 7. Corazón de agua.

Cuando escuché la voz de mi madre quise que la tierra me tragara o que el tiempo se hubiera detenido...justamente un segundo antes. Rapidamente me aparté de Frederick.
-Si, mami. Es que...es que estoy muy cansada.
-Me pareció que tenías mala cara amor. Quieres que te haga un chocolatico caliente o papitas fritas como te gustan.
-No tengo hambre. 
Miré a Frederick y no pude dejar de notar una sonrisita que empezaba a asomar a sus labios.
-Pero sal un poco y dale un abrazo a tu mami.
-Mamá, estoy muy cansada de verdad-contesté con voz lastimera sin mirar a Frederick e imaginándome las próximas palabras que diría mi madre.
-Un día ya no me tendrás y entonces querrás abrazarme pero...
-Mamá!
-Ok. Ok.
Escuché como se alejaba por el pasillo y suspiré. Miré a Frederick y le dije.
-Perdona. Ya sabes como son las madres...
-No hay problema. Mi madre era igual. Lástima que fue capturada hace muchos años cuando nadaba en la superficie del océano.
-Vaya..lo siento.
-En fin. La razón por la que vine a visitarte es para explicarle lo que ocurrió en el estanque. Recuerdas la silueta que vimos al otro lado del estanque?
-Sí, la he vuelto a ver.
-Cuando? Dónde?-se alarmó él.
-Cuando regresaba del colegio, me estaba esperando al borde del camino.
-Tienes algunos poderes Charloltte, algunos, hum, bastante peligrosos.
Me senté en un puff violeta chillón que estaba en un rincón mientras suspiraba.
-Supongo que algún día tendré que admitir que todo esto es verdad-murmuré mientras me pasaba la mano por la cara.
-Además de controlar el agua, puedes comunicarte con las especies marinas. Hasta ahí es lo que sé, pero es posible que hayan detalles que ni yo mismo conozca.



-Y que tiene que ver eso con esa cosa?
-El poder que irradiaba Atlantis transformó a un grupo de criaturas. Son mitad pez y mitad hombre.
-O sea que me persigue un pescadito?-me sonreí, pero la mirada severa de Frederick me arrancó la sonrisa.
-No los subestimes, son tan fuertes como un ballena, tan crueles como un tiburón blanco, y sigilosos como una anguila. Su veneno te paralizará en segundos.
Miré hacia la ventana mientras sentía escalofríos.
-Y qué es lo que quieren?
-Lo de siempre. Poder. Gobernar Atlantis, ellos sienten que somos invasores en su mundo. Que es en la superficie donde debemos estar. Odian que algunos pueden gobernar el agua, como tú, pues es un poder que consideran que debía pertenecerles a ellos.
-Entonces, es cierto que puedo hacer cosas como las que te vi hacer. Quiero verlo de una vez-entré al baño, tomé un vaso y lo llené de agua. Volví a pararme frente a Frederick-explícame como funciona eso.
-Básicamente debes de pensar que quieres que haga el agua, pero debes pedírselo con respeto, y ella te escuchará.
-Respeto al agua?
.Bueno, es un elemento que estaba en la Tierra millones de años antes que tú y que cuando mueras permanecerá. Te parece suficiente?
-Sí, bueno, lo que sea. Debo colocar la mano así?
-Sí. Como te sientas más cómoda.
Coloqué la mano encima del vaso y cerré los ojos. Pasó un instante y cuando volví a mirar no había ocurrido nada. El agua se mecía levemente en el vaso, dindiferente. Frederick percibió mi cara de disgusto y se colocó detrás de mí.
-Te voy a mostrar como se hace.
Se acercó a mí, rodeó mi cuerpo con sus brazos, colocó mi brazo horizontalmente y entrelazó sus dedos con los mios, por encima de mi mano. Cerré los ojos. Sentí como una corriente correr por mis dedos. Cuando abrí los ojos el agua flotaba frente a mí. Las gotas se habían unido para formar un corazón que temblaba suavemente. Era bellísimo.


Acerqué la mano para tocarlo, soltándome de Frederick, pero el corazón se deshizo y cayó en el suelo dispersándose en mil gotitas.
Frederick dio un paso atrás.
-No te preocupes, para ser ésta tu primera vez, estuvo excelente. Tengo que irme. Los seres marinos también dormimos-se acercó a mí y me besó en la frente. Acto seguido abrió la ventana y saltó afuera. Cuando me asomé para ver, ya no estaba.
En ese justo momento tocaron otra vez a la puerta. Le abrí a mi madre quien esgrimió un papel ante mis ojos con una alegría desmesurada.
-Mira lo que he comprado. 
-Qué es eso?
-Un fin de semana en el hotel Concha Blanca, en la playa Larimar.
-Mamá, te estás volviendo loca?-dije lentamente.
Mi madre se puso seria.
-Bueno Charlotte, ya es suficiente. Te la pasaste el verano protestando porque tu padre no te deja nunca ir con tus amigas a la playa, y ahora que tenemos la oportunidad no quieres.
-Lo que pasa es que...
-Aquí no pasa nada Charlotte. Yo necesito desestresarme. Tu padre está de viaje y tengo que ocuparme sola de todo y mis nervios no aguantan más. Y tú estás demasiado caprichosa estos días. Mañana nos vamos a la playa te guste o no. Y no quiero escuchar ni una palabra más.
Mi madre salió de la habitación y cerró la puerta. Me sentía nerviosa. Tomé mi móvil, llamé a Frederick, pero me salía su buzón de voz. Le mandé un mensaje de texto.

Ha ocurrido algo, mi mamá me quiere llevar a la playa tres días. No puedo evitarlo, que hago?

Casi me había dormido cuando escuché el tono de los mensajes nuevos.

Intenté llamarte, pero donde estoy hay poca señal. Muy mala idea lo de la playa. Alejate del mar, no entres bajo ningún concepto y es posible que no pase nada. Siempre y cuando no vayas a Larimar. 

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